domingo, 24 de abril de 2016



Caminas tranquilamente o incluso llevas prisa en tu recorrido en algún punto de la Ciudad de México, mientras observas el panorama del sitio, checas tu celular, vas distraído cuando de pronto frente a ti aparece un chico, una chica o un grupo de adolescentes ofreciéndote el producto que venden: pequeños panques o cupcakes.

Te prometen satisfacción al paladar con una sonrisa y una serie de palabras articuladas rápidamente que apenas digieres. Algunos argumentan que con el producto que comprarás se ayudaran económicamente en su formación académica o están pasando por una situación desfavorable que los obliga a hacer esto.

Te aseguran que sus panques contienen avena, ingredientes selectos, la mejor preparación, en fin, un sin número de cosas acompañadas con sonrisas y suplicas. Lamento decirles que están siendo manipulados no solo por un pequeño grupo de adolescentes, sino una “empresa” más grande de lo que te imaginas.

Buscaba trabajo tiempo atrás, un chico me ofreció un empleo de promotor de ventas. Tendría un sueldo fijo de $2,500.00MXN a la semana, horarios flexibles a mi comodidad, no había problema por mi edad, entre otras promesas parecía el trabajo perfecto. Tuve que ir a unas oficinas ubicadas en la colonia “La Condesa”, imagínense cuánto dinero manejan para tener oficinas ahí.  Entregue mi solicitud de empleo, me hicieron una entrevista común y me “contrataron” enseguida.

Lo que me fue extraño es que me confirmaban que hasta los mejores puestos eran manejados por adolescentes de 16, 17, 18 años. Hasta aquí parecía que no hay adultos mayores. Te sorprendes. Bueno, lo que iba a hacer seria entonces promotor de ventas, tenía que vender fruta. Parece que no tiene nada que ver con panques, ¿verdad?, pues si tiene que ver. Me llevaron a las bodegas donde estaba la mercancía y me explicaron lo que debía hacer.

Dar recorridos en ciertos puntos del DF (ahora CDMX) vendiendo vasos de fruta en canastillas a $25.00MXN (si te llegaron a vender y te pedían $50.00MXN o $100.00MXN era para su beneficio) con un grupo de chicos más. La cantidad de chicos que vi reunidos, fácil eran unos 70, tomando un número mínimo, todos con el mismo trabajo que yo. Me dijeron que podía vender donde mejor me conviniera. Ya dándome una explicación resumida de mi actual trabajo me dejaron marchar. Tenía que estar en oficinas la mañana siguiente entre 6:30 a.m. y 7:00 a.m. Me percate que había un grupo de adultos manejando el producto que vendían los adolescentes.

A la mañana siguiente llegando empiezan a darte clases de cómo vender, una especie de marketing barato. No hay sillas, no hay mesas, debes sentarte en el suelo. Después dan un tipo de junta laboral para animarte. Después me quitaron $10.00MXN por llevar mochila, sabiendo que después de este lugar partía a mi escuela. Terminando la junta a todos nos llevaban a las bodegas de fruta. No pude vender en donde yo quería ya que a cada grupo les asignan un lugar específico: Central de Autobuses Norte, Metro taxqueña, Metro Pantitlán, Metro Revolución, CU, demasiados sitios.

No pude retirarme a la hora que tenía que irme porque debía vender la mitad de vasos que me asignaron obligatoriamente para pagar lo que demandaba mi “gerente”, la otra mitad debía venderla para recibir mi pago, mientras no. El día posterior me asignaron a producción además de vender el producto. Era una estancia de trabajo pequeña y con tantos dentro, parecíamos sardinas. Mesas largas para cortar la fruta para posteriormente envasarla. No se lavaban, no se desinfectaban. Si de los estantes en los que se acomodaban los vasos, algunos o una cantidad importante se caía, así recogían la fruta y la volvían a envasar. Si, si llegaste a comprarles, te comías tu fruta con chamoy y chile tajín con jugo de frutas embarrado de zapatos y la porquería del piso.

Decidí retirarme a causa de que te convencen de que vender con engaños está bien, me iban a pagar después de una semana o dos, no cuentan con prestaciones, seguro médico,  horario de trabajo fijo, descanso, etcétera. Poco después caminando por el monumento a la revolución un chico me detuvo para ofrecerme cupcakes, me di cuenta que actuaba y se comportaba como los que trabajaban conmigo, me di cuenta que era otra empresita así o creí que era otra.

Le quise comprar uno, obviamente no me quería dar el precio porque costaba $30.00MXN un pequeño y ya derretido panque. No accedí a comprárselo así que de ser amable, fue grosero. Poco después vi unos tipos que trabajaban igual conmigo, solo que ya no vendían fruta sino panques. Solo cambiaron la mercancía que venden.

Solo cuento mi experiencia porque se me hizo injusto este campo laboral, quizá para mi estuvo mal, para otros fui un tonto por dejar ese “maravilloso” trabajo con ellos. Creo que se engañan al sentir que ellos manejan su “empresa”, porque es obvio que los adultos mayores manejan el negocio. También es injusto para el cliente, principalmente el producto que vendes debe tener higiene, no solo por negocio, sino por ética personal.

También se debe ser honesto con mencionar los ingredientes de tu producto y el precio que le das, las razones de porque lo vendes. Se gana más a futuro vendiendo un producto con su precio justo, higiene que le corresponde, con amabilidad, que obligándote a comprar un producto con un precio que se ve que no lo vale o siendo grosero con el cliente por no querer adquirir lo que le ofreces. No les pienso comprar.

Por mi parte esta es mi experiencia, mi opinión y mi decisión. Si a ustedes les gustan estos cupcakes urbanos no hay más que decir.